lunes, 10 de diciembre de 2012

Salvajes, de Oliver Stone


Me gusta odiar algunas películas. Y a algunos directores. Supongo que, dado el tono con el que suele escribir este citricón, y dado, de por sí, el nombre del blog en cuestión; esto no es demasiado de extrañar. Pero maldita sea, como detesto a Oliver Stone, caramba. Y eso que ni siquiera he estudiado a fondo su sobrevalorada filmografía (por no sentir, en consecuencia, que valga el tiempo o la pena), y que tampoco tengo problema en admitir, un poco contradictoriamente, que existen algunas excepciones notables como Nacido el 4 de Julio o Un Domingo  Cualquiera. Sí, haberlas las hay, pero ni siquiera en ellas me parece justificado llamar a su cine "de autor" como algunos se empecinan. Hay de todo sí: planos vertiginosos, montaje frenético, turbulencia, etc. Y, por ende, no se puede negar el poderío audiovisual que posee y explota con talento. Todo se hace agradable de ver.

Pero el problema no es ese. La piedra con la que Stone (valga la redundancia) se empecina en tropezar una y otra vez viene dada principalmente por su intento desafortunado por abanderar su cine con tintes políticos progresistas, comprometidos, sensibles, que, sin embargo, terminan jugando siempre a favor del peor atisbo ideológico posible. Y no me estoy refiriendo a sencillas "moralinas", palabra que he tenido que leer repetidas veces y que deploro enormemente, ya que minimiza una cuestión compleja y grave; dónde todo pasa por una cuestión de moral menor, el lema frente al cual nos topamos pero que aún asi podemos dejar de lado, puesto que es leve, y no por ello tomarlo como eje de lectura del film. Así las cosas, dejando de lado esos pequeños granitos molestos llamados "moralinas"; nos volvemos locos con Avatar, con Batman el Caballero de la Noche Asciende, o con sus equivalentes nacionales: Elefante Blanco, El Secreto de sus Ojos, etc., donde los peores planteos morales toman forma pero son rápidamente olvidados, ya que "los buenos siempre triunfan". ¿Pero es que acaso alguna vez nos interrogaremos respecto a (al menos) quiénes representan a los buenos y quiénes a los malos, siquiera?

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El triángulo amoroso que se nos presenta, es a todas luces, bello: son sexual y sentimentalmente liberales, amorosos, se cuidan entre ellos, viven en un paraíso cannábico, y, por qué no, también son solidarios, están preocupados por el hambre del mundo. Hay, básicamente dos caras principales: el militar, que "sufre" mucho sus secuelas de guerra, con sus secuaces del equipo SEAL, la caballería que lo proteje y sigue a todos lados: es matón, milico, narcotraficante y despiadado. Pero sufre, pobrecito, está traumado de tanta gente que mató. 
El otro, más hippón, amoroso y buena onda, tiene una fundación, viaja a África para ayudar a los pobres y cultiva el mejor porro de la zona. La Gran Familia Americana ha mutado señores, ahora practica la poligamia, cultiva y vende porro, y mata gente. Pero no deja de ser perfecta y moralmente insoslayable. No, ¿eso? Ni que lo digas. Jamás. La familia es vaca sagrada.
Por supuesto, los moralmente soslayables tienen que ser muy otros, por Dios. ¿Cómo pueden serlo estos jóvenes rubios, de ojos verdes, musculosos, perfectos o esta preciosa muchacha, que casi nos hace creer que la revista Vogue fabrica personas? No, los malos tienen que ser otros. Para empezar tienen que ser morochos, tener ojos negros como el agujero del culo, ser bien feos y, por supuesto, ¡mexicanos! (o permutese según se desee por cualquier otro país, mientras este este dentro de la región de Latinoamérica). Aunque lo dos bandos vendan drogas y delincan, los peores son siempre los del sur. Esos son violentos, violadores, macabramente perversos y prácticamente psicópatas. Ah! y tienen tanto poder que aprietan a los de arriba, claro. Esto si que es nuevo.
Presentado entonces este escenario sobre el que se desarrollaría el resto de la película, me preguntaba entonces, cómo era posible que Stone pudiese caer tan bajo. Por supuesto que no era algo que sorprendiese demasiado: ya desde desastres astronómicos, chauvinistas y doble discurseros como World Trade Center o Wall Street II quedaba clarísimo que el tipo se jugaba de políticamente crítico e incorrecto para terminar dando los discursos más plenamente conformistas y serviles. Pero también se trata, al menos de nombre, del mismo tipo que hizo JFK: Caso Abierto Nacido el 4 de Julio, películas con una postura política muy fuerte, que despegaban del cánon habitual al tratar estos temas. ¿Cómo es posible que termine jugando con un simplismo espantoso al blanco contra negro, apoyándose casi por completo en el sex appeal de sus personajes, y en las imágenes exageradamente esteticistas, forzadas al mango? Ah, y del final, ni hablemos. Mírenlo y averiguenlo uds. mismos.

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Pero sin embargo, esto no es todo. Dudo mucho, dadas las circunstancias, que haya sido algo concientemente buscado, y hasta me atrevo a pensar que con esto, un poco se le salió el tiro por la culata: resulta que asi y todo, con los bandos de buenos y malos tan estereotípicamente marcados, los que más despiertan simpatía o interés (a los que buscamos ver cine antes que masturbarnos, al menos) no eran los tres surfers bonitos "narco-friendlys"; sino los "malvados y malolientes" narcos mexicanos. En efecto, ¿cómo diablos podés pretender que esos tres pichis que te conducen la historia hagan contrapeso frente a una bestia como Benicio del Toro o Salma Hayek? 
El primero, malo y todo, ERA un personaje. Alguien repleto de contradicciones, que luego de ver a su hijo en un partidito de beisbol, se va a laburar, o sea, a torturar y matar gente. Y, a la vez, mostrándo como progresivamente su propio trabajo, que lo envuelve en esa mountruosidad, lo lleva paulatinamente a destruír su propia intimidad familiar. Ahí había una historia, una narración muy notable, que hacía contacto con películas respetables como Biutiful de Iñarritú, que, pese a que también me desagrade su director, al menos no pierde la coherencia de su cine, cosa que acá no existe en lo absoluto. 
Y al mismo tiempo, Salma Hayek, haciendo de Don Corleone de este cartel, una mujer que perdió casi todos sus hijos y que se tuvo que endurecer para hacerse cargo del cartel tras la muerte de su esposo para que su único hijo varón no estuviese involucrado en esos asuntos, mostraba toda una historia, de un sacrificio nefasto, como si fuese la continuación del papel de Catherine Zeta-Jones en Traffic, de Soderbergh.
Es decir, en términos generales, acá veíamos, a fin de cuentas, seres humanos con problemas, hundidos en mierda, masacarados por su propia historia; en lugar de esos tres Davides cuyo único problema es ser víctimas de las circunstacias.

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Leí por ahí que la genialidad de esta película es que Stone logra despojarse de todos los planteos ideológicos, políticos y morales, para dar lugar a una gigantesca obra de acción dramática que no pretende más que eso. Yo, por mi lado, lo dudo mucho. El tipo le lava las manos a todo el mundo, con el peor Deux Ex Machina que he visto. Hasta el agente corrupto de la DEA, encarnado por Travolta termina siendo un buen hombre que está por enfrentar la muerte de su esposa y que pese a todos sus chanchuyos, todo fue por hacer el bien y acabar con este cartel de droga mexicano. No, saben qué, tienen razón. Esa crítica está en lo cierto. No queda duda. Stone logró despojarse por completo de su propia ideología y ponerse al servicio del chauvinismo patriótico hollywoodense de siempre. Sí, la verdad que no se puede negar. Lo que sí, no veo la genialidad en eso. Es lo más fácil que se puede hacer. 

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